¿Por qué los hombres no le entramos al debate?
¿Hay un debate sobre el ejercicio de la masculinidad en nuestra ciudad?, ¿cómo afrontamos, los hombres, la violencia de género en todas sus expresiones?
Hace algunos años reflexionando, mi terapeuta me recomendó leer un libro llamado, “Solo para Hombres”, el libro, es un libro corto, conciso, reflexivo y didáctico, donde su autor, Luis Valdez S. J., narra su experiencia de confrontación personal con sus emociones, sus miedos en los diversos roles que juega, y sin quedar ahí, lanza un análisis del contexto social sobre los patrones y modelos que han determinado y siguen determinando nuestro actuar como hombres.
El libro citado habla, incluso, de un complejo de Hércules, por el cual un hombre nunca se rinde, no le teme al fracaso y teme el verse vulnerable ante la otra persona.
Sabemos entonces que estamos bajo roles construidos como producto de creencias , conductas, actitudes que poco nos hemos sentado a discutir. Por ejemplo, ¿cuántas manifestaciones públicas o en espacios de trabajo personal hemos realizado para trabajar en la prevención o erradicación de la violencia de género?, ¿acaso ser hombre implica limitarse a la exigencia de un mejor puesto o la obtención de más poder, en lugar de mas actividades que tengan que ver con el cuidado personal y el de otras personas, llámese familia, amistades, pareja o vecinos?.
En una publicación de 2015 de la Secretaría Técnica del Ministerio de Educación Cultura y Deporte de España sobre Socialización Preventiva de la Violencia de Género, se identifican a tres modelos de masculinidad: Masculinidad Tradicional Dominante (MTD), Masculinidad Tradicional Oprimida (MTO) y las Nuevas Mascilinidades Alternativas (NAM)”.
La publicación clasifica a las MTD y MTO, en sus relaciones afectivo-sexuales como no ser, ni buscar ser igualitarios, y en el caso de la MTD se caracterizan por buscar relaciones basadas en el poder y la búsqueda de la dominación sobre mujeres y otros hombres. En el caso de la MTD, plantea como característica específica el ejercicio de la violencia psicológica, física y sexual en todas sus formas; y la MTO la clasifica como “hombres que no son agresivos, ni sexistas y que hacen labores demésticas y que, al mismo tiempo, carecen de atractivo, no sucitan deseo, y que también son oprimidos por los MTD”.
En este mismo contexto de clasificación, la alternativa, que plantea el estudio se basa en identificar las actitudes de un NAM, quien además de buscar relaciones más igualitarias es capaz de enfrentar y denunciar actitudes negativas como racismo, sexismo, rechazo a la doble moral y combatir activamente la violencia de género.
El discurso social sobre feminismo está al día, se manifiesta, se transforma se discute, pero considero que la discusión sobre el rol de la masculinidad aún está siendo reprimida y expectante de estos cambios.
Los esfuerzos por transformar nuestras relaciones, disminuir y denunciar la violencia sexista están aquí, de la mano de las publicaciones científicas, la literatura, las reuniones que están comenzando a suceder en nuestra misma ciudad para abrir el debate.
Es nuestra la responsabilidad de identificar de qué lado de la discusión queremos estar, de aquella que es empática y se solidariza o de la que se mantiene expectante, estático y solo quiere perpetuar su agonía.